25 feb 2020

SEMANA MISIONERA vivida en San Alfonso María de Ligorio de Madrid

Nuestra parroquia San Alfonso: Iglesia en misión en el mundo

Mucha gente se dice que la Iglesia va perdiendo presencia en nuestro mundo, que el Evangelio ya no cala como antes en los corazones de las personas. Algunos no dejan de seguir sembrando la Palabra de Dios, y no dejan de creer que lo nuestro es sembrar y que los frutos no es cosa nuestra.


Esta SEMANA MISIONERA vivida en San Alfonso María de Ligorio de Madrid no ha sido algo de gran pompa, pero sí algo vivido con intensidad. Ha sido un recoger los ecos de lo que Papa Francisco ha estado diciendo a través de su visión misionera de la Iglesia. El Evangelio es una gran alegría y por ello no podemos dejar de anunciarlo a todos con cercanía y amor, como quien ha descubierto esa perla preciosa y no sólo la desea para sí, sino que desea compartirla con los demás.

También ha sido un invitación a cambiar actitudes frente a nuestro mundo, mirar la creación como “nuestra casa común” y nos ha interpelado el mirar a tantos y tantos hermanos y hermanas en humanidad que viven las consecuencias del maltrato de la tierra. Lo que nos ha invitado a buscar ser, no tanto más sobrios, sino más consecuentes con el cuidado de la creación que nos ha sido confiada y en dónde muchos, en especial los más vulnerables, sufren las consecuencias del maltrato que hacemos de ella.

Algunos han perdido la increíble gracia de vivir la fe, de compartirla con otros hermanos de otras religiones. Adnan y Javier, nos han dicho “saber que se puede y querer que se pueda” pues vivir la Fraternidad Humana no es algo imposible. La amistad y deseos expresados de que todos vivamos felices, cada ser en este planeta, nos han hecho redescubrir que la fe hace “mover montañas” y una de ellas ha sido la de soñar y cambiar nuestra mirada hacia los otros, juntos fraternalmente de distintas religiones.

Confianza, oración, escucha, admiración, asombro, cambiar el corazón y la mirada; claves y expresiones de lo vivido al “narrar la historia de una patera”, los chicos y chicas de la parroquia han ido viviendo de manera plástica un acontecimiento que a veces quiere pasar desapercibido “el drama de la migración” que viven y sufren tantos hermanos y hermanas en humanidad. Después de tiempos de tensión en el que haciendo sus pasaportes, se han visto rechazados, atravesando el desierto y confrontados a la sed, a la desesperación, a la ganas de tirar la toalla ante las grandes dificultades de vallas, pateras y sufrimientos, ellos miraban asombrados dos cosas: las imágenes de las pateras llenas de gente y algunas volcadas; así como a algunos jóvenes dándose y atreviéndose a pasar el Estrecho para ir al encuentro de ellos en Ceuta y Marruecos.

Sí, ahí brotaba una oración, un deseo de que todos seamos felices, de que cada uno pueda realizar sus sueños.
Los jóvenes más mayores han sido invitados a gastar su vida por los demás, a emplear parte de su tiempo de vacaciones en alguna actividad misionera, comprometida por el Reino que desea cambiar este mundo y nuestros corazones. Invitados por tres jóvenes que han narrado a su manera lo que es la misión y describiendo como se han encontrado con Dios en el encuentro con el otro, iluminando deseos en el corazón.
El concierto testimonio ha venido a descubrirnos que “somos misión” en este mundo, una pareja con hijas, nos han contado la historia de Dios y la misión en sus vidas, con cantos, narraciones e incluso los ocho años de verano misión que han marcado su vida de familia hasta el punto que se descubren en diálogo con Dios y apertura a los horizontes de Costa de Marfil, y del mundo. Sencillez y compromiso, oración y diálogo, sueños y realizaciones, junto al derribo de sus miedos y, descubrimiento juntos de lo que Dios les va preparando.
Al final, cerrábamos la Semana con el bautizo de una niña que prepara su comunión y Álvaro, el párroco le decía, lo último que Jesús decía a sus apóstoles antes de subir al Padre era “Id por todo el mundo y bautizad a toda creatura”, marcando el sentido de nuestro bautismo en su dimensión misionera, tal y como vinculada por Jesús, testamento para su Iglesia.
La parroquia vive en este momento una llamada fuerte a vivir la misión en el barrio, en nuestro mundo, escuchando con fuerza al Señor Jesús que sigue hablando y nos va mostrando caminos. Ella se ha abierto a la mesa de la hospitalidad de Madrid para acoger a cuatro personas, acompañarles en su realidad, dándoles no sólo una cama dónde estar sino el calor humano de una cena y el cariño de la compañía.

Menuda aventura la de la misión, menuda gracia la de dejarse llevar por el Espíritu Santo, menudo inicio de cuaresma 2020 para ir allá a dónde el Señor nos lleva por los caminos de pasión y vida que ofrece la compañía del  Evangelio.
Gracias por tanta gracia recibida y por la generosidad de una comunidad que se dispone a vibrar una vez más con la novedad del Evangelio en la ciudad de Madrid.






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