La vida entregada a la misión
El 3 de diciembre celebramos la fiesta de San Francisco
Javier, patrono de las misiones junto a Santa Teresita del Niño Jesús. Ha sido
llamado “El gigante de la historia de las misiones”. Encontrando en Jesucristo
la auténtica riqueza de su vida, decidió dejarlo todo para seguirle a Él con
libertad y para vivir la misión con alegría. San Guido Maria Conforti, el
fundador de los Misioneros Javerianos, quiso que Francisco fuera el santo
patrono de la Congregación. Igual que Conforti, para cada uno de nosotros, misioneros
javerianos, Javier es un ejemplo a seguir.
Francisco nació en el Castillo de Javier (Navarra) el año 1506. A los 19 años se fue a Paris para completar su formación y allí se unió al grupo fundado por San Ignacio de Loyola. Fue ordenado sacerdote en Roma el año 1537. Cuatro años más tarde, el 1541, marchó al Oriente para anunciar el Evangelio hasta su muerte el año 1552. Fue canonizado en 1622.
Misión y Absoluta
confianza en Dios
Francisco Javier es un santo y humilde apóstol del Señor, que
descubrió en la misión la mejor forma de seguimiento del Señor, de servicio a
los demás y de entrega apasionada a la Iglesia. Es un modelo genuino de
confianza absoluta en Dios y de obediencia al Espíritu Santo. Es un enamorado
de Jesucristo.
En sus distintos
escritos nos recuerda a menudo que sin una experiencia personal de Dios no
puede haber verdadera misión. Por ese motivo todo el método misionero de
Javier, todos los rasgos de su espiritualidad, todo su compromiso con sus
gentes (los pobres, los enfermos,…) y todo su incansable celo misionero lo
remite siempre como una fuente inagotable: su
amor a Cristo, su inquebrantable voluntad de seguirle y su confianza absoluta
en la providencia amorosa de Dios.
Javier se sentía en lo más hondo de su corazón instrumento de
Dios, elegido para ser una misión: el amor de Dios comunicado. Dios le había
confiado, como el mismo repite varias veces en sus cartas con una frase
estereotipada “el acrecentamiento de la
fe” […] Esta idea grande, hondamente vivida en su corazón hizo que Javier
no fuera un hombre y un misionero más, sino el apóstol ardiente e incansable,
modelo y prototipo de misioneros. Vivió su vocación misionera con una gran
confianza en Dios y pasión por la misión.
En una de las cartas durante sus viajes misioneros, Francisco manifiesta su confianza y su amor infinito a Dios. Decía: “Una de las cosas que nos da mucha consolación y esperanza muy crecida... es un entero conocimiento que de nosotros tenemos, que todas las cosas necesarias para un oficio de manifestar la fe en Jesucristo vemos que nos faltan; y siendo así que lo que hacemos sólo es por servir a Dios nuestro Señor, créscenos siempre esperanza y confianza que Dios nos ha de dar abundantísimamente en todo su tiempo todo lo necesario” […] Esta confianza humilde y este amor a Cristo sin medida le sostendrán en los casi once años de misión y se van a traducir en una profunda alegría, en una disponibilidad total para cruzar fronteras en cuanto se lo pide la voluntad de Dios. Fue esta confianza total en Dios lo que hizo que Francisco nunca perdiera la esperanza, incluso en situaciones muy difíciles.
SCAM y Francisco Javier
En nuestro servicio de animación misionera como SCAM
(Servicio Conjunto de Animación Misionera), el espíritu misionero y el celo
apostólico de San Francisco Javier son un ejemplo a seguir. Igual que Francisco, la experiencia personal
con Dios Trinitario debe ser la fuente principal de nuestra misión. Es la
experiencia espiritual que puede hacer crecer nuestra esperanza y alegría,
sobre todo en los momentos que nos parecen difíciles.
La centralidad de Dios en nuestros servicios es lo que nos anima
a ser verdaderamente colaboradores de Dios y a vivir con alegría esta
colaboración entre nosotros y con la Iglesias locales de España. Estando y
caminando juntos (con varios carismas y estados de vida), seremos más creativos
para encontrar nuevas maneras de hacer la animación, sensibilización y
formación misionera. Además, nuestras presencias como SCAM parece muy clara
como signo de comunión intercultural, unidad y caridad para testimoniar la
universalidad de la misión de la Iglesia. Así, mostramos el rostro de la misión
que trabaja por una Iglesia en salida y podemos generar una mayor sensibilidad
misionera en las iglesias locales, y de modo particular, mayor apertura hacia
la misión Ad Gentes.
Robertus Kardi, SX
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